Discurso del presidente Lula durante el Foro Empresarial Brasil-México
Amigos y amigas, empresarios brasileños, empresarias brasileñas, empresarios mexicanos y empresarias mexicanas. Amigos de la prensa, amigos que me acompañan en este viaje a México.
Antes que nada, Jorge y Ana, quisiera agradecer a la APEX (Agencia Brasileña de Promoción de Exportaciones e Inversiones) y a la Confederación Nacional de la Industria y al Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior, Inversión y Tecnología por organizar este foro. Siempre es muy importante que reconozcamos las cosas que se hacen bien, las cosas que garantizan más productividad y más negocios para el futuro, y las cosas que la gente hace con un poco de amor, porque cree en lo que está haciendo. Así que felicitaciones a los organizadores de esta reunión.
También decirles que es un placer regresar a México por sexta vez como presidente de la República y tres veces sin serlo. Se trata de la novena vez que visito México. No es poca cosa, porque no es usual que un presidente viaje tanto a un país. Y estoy muy agradecido por la relación de amistad con empresarios, sindicalistas, políticos, partidos y el movimiento social que hice en México. Estoy muy agradecido por ello. Y, por lo tanto, es una inmensa alegría estar aquí.
El problema de que un presidente de la República lea un discurso, como normalmente es el último en leer un discurso, es decir, todo lo que está puesto aquí, incluyendo las cifras, ya ha sido dicho por el empresario mexicano que habló y por Jorge Viana. Que somos las dos economías más grandes de América Latina, que exportamos USD 8.500 millones, que importamos USD 5.500 millones, que nuestro flujo alcanzó los USD 14.000 millones y un poco más, que contamos con 340 millones de habitantes, que nuestra economía es de casi USD 4 billones y más grande que la de Alemania. Todo esto ya se ha dicho y todo esto está aquí, en mi discurso. Así que no voy a repetirles estas cifras.
Quisiera decirles que mi alegría por estar aquí y mi alegría por no leer el discurso es que entre salir de aquí con la imagen de este frío papel y salir de aquí con la imagen de sus caras, prefiero mirar sus caras y decir algunas palabras que tengo ganas de decir.
Ustedes saben que no es la primera vez que soy presidente de Brasil. He vuelto por tercera vez a gobernar mi país y, gracias a Dios, tuve mucha suerte en mis dos primeros mandatos y, gracias a Dios, he tenido suerte en mi tercer mandato.
Siempre he entendido que no hay magia en la economía. No se inventa la economía, no se puede hacer un cambio brusco de dirección como si se estuviera en un automóvil, por una autopista, en un país del tamaño de México y, menos aún, se puede hacer un cambio brusco de dirección en una economía del tamaño de Brasil.
Es necesario, en primer lugar, que tengamos sensibilidad política para dirigir los acontecimientos que queremos que ocurran en México y en Brasil. Y yo he definido algunas cosas en mi vida. Primero, no sé si se acuerdan, lo primero que conseguimos aprobar en mi Gobierno, en este tercer mandato, fue un marco fiscal. Porque teníamos que garantizar al pueblo brasileño, al mercado y al mundo que tendríamos una gran responsabilidad fiscal.
Después decidí que necesitábamos tener estabilidad económica. Para que tuviéramos estabilidad fiscal y estabilidad económica, también deberíamos tener estabilidad política. Para tener las tres, necesitábamos tener un cuarto componente, que era la estabilidad social. Y para tener las cuatro cosas, debíamos tener una quinta, que era la estabilidad jurídica.
Y la última era que tuviéramos un gobierno con mucha previsibilidad, para que nadie fuera sorprendido por medidas tomadas a altas horas de la noche. Una conversación muy franca con empresarios brasileños, con empresarios de otros países, para que pudiéramos ofrecer a Brasil la serenidad y la tranquilidad que el país necesitaba para poder gobernarlo. Ustedes saben que yo volví a la presidencia del país y todo el mundo pensaba que Lula iba a volver muy nervioso a gobernar Brasil, por lo que me había pasado, por la canallada que me habían hecho durante un determinado período de tiempo.
Y cuando volví a presidir el país, volví predestinado a dejar a un lado el pasado y a no trabajar con el hígado, sino con el corazón y con la cabeza. Y con miras a construir el futuro... Con miras a construir el futuro sobre la base de las cosas buenas que ocurrieron en el pasado, sin tener en cuenta las cosas malas que ocurrieron. Porque no se puede gobernar con el hígado. No se puede gobernar con odio o rencor hacia alguien. Se pierde mucho tiempo en hacer que las cosas sucedan. Y yo necesitaba construir una credibilidad a nivel internacional de lo que iba a ser Brasil durante el tercer mandato del presidente Lula.
Y vivimos la siguiente situación. Necesitaba reconstruir el país, porque sus instituciones habían quedado medio destruidas. Necesitábamos recrear algunos ministerios, necesitábamos convocar concursos públicos para ponerlos en marcha y necesitábamos reconstruir miles de obras que se habían paralizado.
Para que se hagan una idea, solo en obras de escuelas y salud se habían paralizado 6.000 proyectos en Brasil. Llevábamos siete años sin reajustar el importe para la alimentación escolar. Llevábamos siete años sin subir el salario mínimo, que es lo que gana la parte más pobre de nuestra población. Llevábamos siete años sin reajustar las becas (bolsas de estudos) que concede el Ministerio de Ciencia y Tecnología, algo que es muy importante por el valor de la tecnología, ya saben, en el desarrollo de un país.
Y pasamos un año entero haciendo eso. Y yo me había reunido con la directora general del FMI en enero, en una reunión del G7 en Hiroshima, y ella, con la absoluta seguridad de los grandes burócratas internacionales, me dijo: "Mira, Lula, la economía de Brasil va a crecer un 0,8% este año". Y yo le dije: "¿En qué te basas para decir eso? ¿Cuáles son los criterios?". Ella me dijo: "Los criterios, el estudio, la investigación que hemos hecho". "¿Con quién han hablado? Deberías haber hablado conmigo, deberías haber hablado con Haddad, deberías haber hablado con la gente que forma parte del Gobierno ahora, porque vamos a crecer más que eso, porque necesitamos crecer más que eso".
Y ya conocen el resultado: crecimos un 2,9%. Si yo fuera comerciante, diría un 3%. Lo aumentaría en un 0,1% para obtener una cifra exacta y más sólida. Pero ¿creen que se acabó el pesimismo? No. Los mismos de siempre decidieron decir que la economía brasileña solamente iba a crecer un 0,9%, lo máximo era un 1,2%. Y ahora todo el mundo se sorprende porque la economía brasileña podría crecer un 3,5%. No es un crecimiento excepcional porque Brasil ya ha crecido al 14% anual. Brasil ya ha crecido al 10%. Dejé la presidencia de la República en 2010 con la economía creciendo un 7,5%.
No es un crecimiento extraordinario, pero dada la realidad de la economía mundial hoy en día, es un crecimiento muy virtuoso y es el resultado de mucho trabajo. Y quisiera que los empresarios mexicanos entendieran algo. Tengo 70 diputados de mi partido en un parlamento de 513. Tengo 9 senadores en un parlamento de 81. Así que, si lo analizamos simplemente desde un punto de vista matemático, no tendría ninguna posibilidad de gobernar Brasil, porque la diferencia es demasiado grande.
Ustedes vieron que un presidente como Obama casi no consiguió aprobar ningún proyecto en sus ocho años de mandato. ¿Y por qué conseguimos aprobar todo lo que queríamos? Conseguimos aprobar una enmienda constitucional antes de asumir, para poder gobernar el país, porque no había dinero para gobernar en 2023. Conseguimos aprobar el marco fiscal, que era algo muy difícil de hacer.
Y logramos aprobar una reforma tributaria con la que se soñaba desde hacía al menos 40 años en Brasil.
¿Y por qué decidimos hacer todo esto? Para poder ofrecer una garantía, no solo a los empresarios brasileños, sino también a los empresarios extranjeros. Y lo conseguimos. Y esta reunión con empresarios, que le pedí a la APEX que coordinara, tiene como objetivo convencer a los empresarios.
Porque lo máximo que puede hacer un presidente de la República es abrir la puerta. Pero son ustedes los que saben hablar de negocios. Son ustedes los que saben hablar de política comercial. Ustedes son los dueños del dinero. Así que nuestro papel es abrirla para que ustedes puedan conversar.
Y quisiera empezar diciendo a mis colegas de México. Estoy muy contento, porque en otros debates que he hecho en México, volvía a Brasil preguntándome: "¿Por qué los empresarios mexicanos desconfían tanto de Brasil? ¿Por qué los empresarios mexicanos desconfían tanto de la comunidad empresarial brasileña?" No lograba entenderlo.
Hoy en día, lo entiendo, porque sé, viendo la frontera, sé lo lejos que está México de Estados Unidos, sé lo importante que es la economía de México para Estados Unidos y sé lo importante que es la relación comercial entre México y Estados Unidos. Pero eso no impide que los compañeros mexicanos no miren solo hacia el norte. Miren un poco y se darán cuenta de que hay muchas posibilidades en un país llamado Brasil, con 200 millones de habitantes y un PIB razonablemente grande y una participación razonable en la economía.
Pienso que incluso nuestros acuerdos comerciales deben ser revisados y rehechos cuanto antes para mejorar la vida de México y de Brasil. Me alegra ver que un compañero, a quien he aprendido a admirar a través de Celso Amorim y del compañero Mauro, va a ser ministro de Economía de este país, con la diferencia de que aquí el ministro de Economía se ocupa del comercio, y no mucho de la economía. Y también estoy muy contento de que mi amigo Lázaro Cárdenas haya sido elegido jefe de gabinete de la futura presidenta.
Así que el juego comienza de forma muy importante para nosotros. El juego empieza con una jugadora, y es extraordinario que se haya elegido a una mujer para ser presidenta de este país. Es algo excepcional. Y ella está armando un Gobierno que, de entrada, parece que va a ser un Gobierno comprometido con las mejores prácticas del ejercicio de la democracia y de la relación plural que México tiene que tener con el mundo, y que Brasil tiene que tener con México.
Por eso creo que ustedes, compañeros empresarios, no tienen por qué tener miedo. Siéntense alrededor de una mesa. Analicen los problemas que dificultan nuestras relaciones comerciales. Y veamos si la futura presidenta de la República y yo tenemos la sabiduría para hacer cambios que puedan beneficiar al pueblo de México y al pueblo brasileño.
Yo estoy muy agradecido por el comportamiento de mi compañero López Obrador. Estoy muy agradecido por la facilidad con la que lo hizo, con la que abrimos las negociaciones, por la política de combate a la inflación que permitió las exportaciones brasileñas para acá. Y creo que Claudia debe, no solo haber aprendido de esa práctica productiva, sino que también sabe que tiene que hacer más e incluso mejor. Este es el futuro del sucesor.
Cuando volví a la presidencia, tenía en mente lo siguiente: no puedo ser peor de lo que fui. Tengo que ser mejor. Tengo que dirigir un gobierno más eficaz, un gobierno más competente. No necesito crecer al 7,5%. Lo que necesitamos es crecimiento. Pero lo importante del crecimiento es que se distribuyan equitativamente los resultados de este crecimiento.
Porque el crecimiento no se logra solo con el gobierno, con la política gubernamental, con los empresarios. El crecimiento lo hace el ejercicio, el sacrificio de millones de trabajadores que se levantan a las 6 de la mañana todos los días, trabajan hasta las 5 de la tarde y con frecuencia ganan poco en relación con sus necesidades. Este es el desafío que tienen ante sí México y Brasil.
¿Cómo vamos a crear una sociedad en la que no haya tanta gente sin comer durante tantos días, y tan poca gente comiendo muchos días? ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo resolvemos el problema de la pobreza? Incluso quiero invitar a nuestra presidenta, Claudia, cuando vaya al G20 en Río de Janeiro, para que participemos en la Alianza de Combate a la Desigualdad, el Hambre y la Pobreza. Porque no hay explicación para que un país como México pase hambre. No hay explicación para que un país como Brasil pase hambre.
Habíamos acabado con el hambre en 2014. Cuando volví ahora, había 33 millones de personas en situación de hambre. Ya hemos sacado a 24 millones y medio de esta situación en un año y nueve meses. Y vamos a acabar definitivamente con el hambre para 2026. Este es un compromiso ético, moral y religioso.
Y el potencial de la economía mexicana es extraordinario. El potencial de la economía brasileña es extraordinario. Creo que todavía no hemos conseguido utilizar, ¿saben? el 70% del potencial que tenemos. Y por eso necesitamos hacer nuevos acuerdos. Discutir en profundidad, sin miedo al debate. Siempre teniendo en cuenta que una buena política en materia de comercio es una vía de doble sentido. Quiero vender, pero quiero comprar.
Es necesario que haya un balance equilibrado, ¿saben? en esta relación de política comercial. Porque nadie puede soportar estar en déficit toda su vida. Es necesario que haya un equilibrio. Y así es como tenemos que trabajar. Y por eso me empeño en hablar con los empresarios. Porque necesito devolver la civilidad a las relaciones políticas de Brasil, que han perdido su civilidad.
Ustedes saben que Brasil pasó cuatro años en el oscurantismo. Es decir, Brasil no visitó a nadie, nadie visitó Brasil. Brasil no participaba en nada, nadie iba allí. Esto es inexplicable para un país que es la octava economía del mundo. Para un país que no tiene litigios internacionales, ni queremos tenerlos.
Por eso estoy en contra de la guerra de Rusia y de Ucrania, porque la guerra no aporta absolutamente ningún beneficio a nadie. Lo que aportará es el resultado del beneficio de reconstruir cosas que ya estaban construidas y no podemos devolver las vidas que fueron destruidas.
Por eso estoy en contra y condeno lo que Israel está haciendo ahora mismo en Líbano, atacando y matando a gente inocente, porque en los periódicos solo aparecen los líderes a los que quieren matar, pero no aparecen los inocentes que mueren. Y por eso estoy en contra de la masacre en la Franja de Gaza, porque ya han muerto más de 41 mil mujeres y niños. Y después habrá que reconstruir lo que llevó siglos construir.
Así que la guerra es la prueba de la locura de los seres humanos. La guerra es la prueba de la incapacidad civilizadora de un ciudadano que cree que puede, ya ¿saben?, en la explicación de que tiene que vengarse de un ataque, emprender una matanza innecesaria con gente que no entiende cómo defenderse. Así que Brasil quiere ser una zona de paz. Mi país no necesita guerras, no necesita conflictos. Si es necesario, haré 10 reuniones, 20, 30 reuniones, para que podamos llegar a un denominador común, porque eso es lo que ayudará en nuestro crecimiento.
México tiene 500 años, Brasil tiene 500 años, creo que ya es hora de que nos convirtamos en una economía altamente desarrollada. Tenemos una base intelectual en nuestras universidades, tenemos ciencia y tecnología. Lo que necesitamos es creer en nosotros mismos y definir de qué tamaño queremos ser. ¿De qué tamaño quiere ser México? ¿De qué tamaño quiere ser Brasil?
Y no quedarnos pensando que todo lo malo de nuestro país depende del pasado, o depende, ¿saben?, de nuestra élite, o depende de la élite de Estados Unidos o de China, no. Muchas cosas dependen de nosotros, están a nuestro alcance, están a nuestra disposición. Abrámonos, sentémonos en una mesa y vamos a discutir: ¿qué es bueno para México y qué es bueno para Brasil? ¿Qué puede hacer crecer la economía de México, la economía de Brasil? ¿Qué puedo vender, qué puedo comprar?
Hacerlo lo más abiertamente posible, para que podamos convertirnos no solo en una economía de USD 4,5 billones, sino de 5 o 6 billones de dólares. No podemos limitarnos a observar el crecimiento de China y el de Estados Unidos y esperar a ver si va a haber una nueva Guerra Fría. ¡No!, no quiero pelearme con Estados Unidos, no quiero pelearme con China, no quiero pelearme con India, no quiero pelearme con nadie.
Lo que quiero es hacer negocios, quiero crecer económicamente, quiero que nuestras industrias crezcan, quiero que nuestra agricultura crezca, quiero que invirtamos, Brasil y México, en construir inteligencia artificial que pueda dar lugar a beneficios económicos para nosotros, para nuestras mujeres, para nuestros hijos, para nuestro futuro. Esto está en nuestras manos. Tenemos suficiente inteligencia para eso.
Así que, queridos compañeros y compañeras, permítanme llamarlos así. Queridos compañeros y compañeras, creo que dependemos mucho de nosotros mismos. Si ustedes han logrado ser empresarios exitosos en la vida, si han logrado crecer, si han logrado generar empleo, si han logrado generar riqueza, creo que ahora tenemos que asumir el compromiso. Ahora tenemos que crear una mayor, una mayor hermandad entre Brasil y México. Brasil debe mirar más a México y México debe mirar más a Brasil. Si hacemos eso, estoy seguro de que el futuro estará asegurado.
En Brasil, me quejo mucho porque no quiero que un sector prevalezca sobre otro. Muchas veces, uno lleva a una reunión a un sector que no es el más optimista en esa relación, que no es el sector que tiene más negocios, y va a una reunión optimista. Ahora, cuando quiero celebrar una reunión, pido a mis colaboradores: lleven solo a los que estén a favor. Los que estén en contra se quedan aquí. Porque si celebras una reunión para aprobar algo y llevas a alguien que está en contra, no habrá acuerdo.
Y quiero decirles a mis compañeros empresarios mexicanos que este mismo año, si Dios quiere, vamos a concretar el acuerdo Mercosur y Unión Europea. Está listo, y Brasil está listo para firmar este acuerdo, para que nunca nadie diga que América del Sur no lo quiere, que América Latina no lo quiere. Y este acuerdo entre América Latina y el Mercosur puede ampliarse a un acuerdo entre la Unión Europea y América Latina. El mundo necesita esto. La economía está un poco atrofiada en todo el mundo. Y tenemos el mercado para ello.
Mi compromiso con los empresarios brasileños, ya se lo he dicho. La garantía jurídica está ahí, la garantía fiscal está ahí, la garantía económica está ahí, la garantía está en pie. Ahora, lo que puedo ofrecer a los empresarios brasileños, les digo, es un consumidor para los productos que fabrican. Porque si no tienes un consumidor, cuando mires a tu empresa, a ese empresario que anda por ahí, y muchas veces piensas que lo que le pagas es demasiado, no lo mires como tu empleado, míralo como tu consumidor.
Y entonces cambiarás de mentalidad y dirás: "No, tengo que pagarle bien, porque necesito que compre el producto que hace aquí, en mi fábrica". Y cuando se convierta en consumidor, todo mejorará en nuestro país, en Brasil y en México.
Así que, compañeros y compañeras, que Dios ponga su mano poderosa sobre ustedes y haga que no tengan discordias, ni los mexicanos con Brasil, ni los brasileños con los mexicanos. Y hagan negocios que sean buenos para Brasil, para México, para sus empresas y para los pueblos mexicano y brasileño.
Abrazos y muchas gracias.