Discurso del presidente Lula en la Sesión de Apertura de la Reunión Ministerial del G20
Transmissão realizada pelo Canal Gov
Quisiera dar la bienvenida a todos a esta reunión de ministros de Relaciones Exteriores del G20.
Agradezco la presencia del presidente de la Asamblea General, Philémon Yang, y del secretario general António Guterres. Es un placer que el presidente Ramaphosa me haya precedido.
Por primera vez en la historia, los países del G20 se reúnen en la sede de la ONU, en un encuentro abierto a todos los miembros de la Organización. No se trata de una decisión trivial. Es coherente con nuestra profunda convicción de que las Naciones Unidas son y deben seguir siendo el corazón del sistema multilateral.
Brasil está trabajando con ahínco para lograr avances concretos en la agenda del G20. En el centro de nuestras prioridades está la lucha contra la desigualdad en todas sus formas. Esta preocupación permea los tres ejes que guían nuestra presidencia.
El primero es la inclusión social. El pasado mes de julio adoptamos las bases de la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, que ya está abierta a adhesiones y se lanzará oficialmente en noviembre. La Alianza movilizará recursos técnicos y financieros para promover una canasta de políticas públicas de probada eficacia contra estos flagelos.
El segundo eje es la lucha contra el cambio climático. Como dijo nuestro presidente, el G20 es responsable del 80% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Su liderazgo en la misión de contener el calentamiento a un grado y medio marcará la diferencia para todo el planeta. Brasil ha incorporado al debate climático a actores como los bancos centrales y los bancos públicos de desarrollo para garantizar una transición justa. Aprobamos el primer documento acordado multilateralmente sobre la bioeconomía.
El tercer eje es la reforma de la gobernanza global, tema principal de esta reunión. Como dije ayer en mi discurso de apertura ante la Asamblea General, la comunidad internacional está corriendo en círculos. No hemos sabido responder a los desafíos globales porque hemos cambiado el multilateralismo por acciones unilaterales o acuerdos excluyentes. No trabajamos juntos porque las instituciones multilaterales están desacreditadas.
Para romper este círculo vicioso, necesitamos el valor de cambiar y el empeño para superar las diferencias. Nuestra capacidad de respuesta se ve perjudicada, sobre todo, por la falta de representatividad que afecta a las organizaciones internacionales.
Si los países ricos quieren contar con el apoyo del mundo en desarrollo para hacer frente a las múltiples crisis de nuestro tiempo, el Sur Global debe estar plenamente representado en los principales foros de toma de decisiones.
Para ello son necesarios al menos tres ejes de actuación, que se reflejan en el Llamamiento a la Acción ratificado por el G20 y que los cancilleres debatirán durante esta mañana.
El primero es eliminar el carácter fuertemente regresivo de la arquitectura financiera internacional. Los países en desarrollo se enfrentan a costos y dificultades desproporcionados para obtener financiamiento en comparación con los países ricos. Las tasas de interés impuestas a los países del Sur Global son mucho más elevadas que las aplicadas a las naciones desarrolladas.
El endeudamiento que afecta gravemente a algunos países en desarrollo estrangula la inversión en infraestructura, bienestar y sostenibilidad. En 2022, la diferencia entre lo que el mundo en desarrollo pagó a los acreedores externos y lo que recibió fue de 49 mil millones de dólares. Está saliendo más dinero del que está entrando.
Gravar a los superricos es una forma de luchar contra la desigualdad y destinar recursos a las prioridades del desarrollo y la acción climática.
La ONU y su secretario general deben volver a ocupar un lugar central en el debate sobre las cuestiones económicas y financieras de importancia global.
Cuando se crearon el FMI y el Banco Mundial, sus consejos ejecutivos tenían 12 asientos para un universo de 44 países. En la actualidad tienen 25 asientos para más de 190 países. Si se mantuvieran las proporciones originales, estos consejos deberían tener actualmente al menos 52 asientos.
Esta lógica excluyente se reproduce en varias instancias. En los fondos verdes, los países forestales y megadiversos se ven obligados a compartir asientos, mientras que los países ricos ocupan asientos exclusivos.
El segundo eje es replantearse el sistema de comercio internacional. Ya nadie se acuerda de la Ronda de Doha. Actualmente, la OMC está paralizada debido a intereses geopolíticos y económicos. Revertir el nuevo impulso al proteccionismo, que perjudica desproporcionadamente a los países en desarrollo, es esencial para garantizar un comercio más equitativo. Estos cambios tendrán un impacto limitado sin reformas efectivas.
La tercera es promover una amplia reforma de la ONU. En el momento de su fundación en 1945, los países miembros optaron por la colaboración en lugar de la fragmentación. Esto requirió una enorme determinación política y una gran sabiduría. Ahora se nos presenta una decisión similar.
51 países fundaron la ONU. Actualmente, contamos con 193 miembros.
Brasil mantiene su posición histórica: la ONU debe estar siempre en el centro de la gobernanza global. La Organización atraviesa una crisis de confianza, que es necesario restablecer. El Pacto para el Futuro representa un paso importante en esta dirección.
Pero no podemos rehuir de las transformaciones estructurales. La Asamblea General es la instancia más democrática de la ONU. En ella, todos los Estados, independientemente del tamaño de su población o economía, tienen su voz garantizada.
También debemos fortalecer otros órganos, como el Consejo Económico y Social. El ECOSOC debe tomar la iniciativa en la promoción del desarrollo sostenible. Debe desempeñar un papel más activo en el seguimiento de los objetivos de la Agenda 2030 y más allá, así como de los compromisos climáticos.
En su configuración actual, el Consejo de Seguridad se ha mostrado incapaz de resolver conflictos, y mucho menos de prevenirlos. Su funcionamiento carece de transparencia. Sus decisiones carecen de coherencia. Millones de personas sufren las consecuencias de esta ineficacia.
Con más representatividad, especialmente de África y América Latina y el Caribe, tendremos más posibilidades de superar la polarización que paraliza al órgano.
Por esta razón, Brasil está considerando presentar una propuesta para convocar una Conferencia de Revisión de la Carta de la ONU, basada en su Artículo 109.
Cada país puede tener su propia visión del modelo ideal de reforma de la gobernanza global. Pero todos debemos estar de acuerdo en que la reforma es fundamental y urgente.
Queridas compañeras y compañeros:
Criticar sin actuar es un ejercicio estéril que acaba en desánimo. Pero admitir que hay grietas que reparar es el primer paso para construir algo mejor.
Cada día que pasamos con una estructura internacional arcaica y excluyente es un día perdido para resolver las graves crisis que asolan a la humanidad;
Estoy seguro de que todos los aquí presentes están comprometidos con el futuro de las Naciones Unidas y trabajarán arduamente en favor de un "Mundo Justo y un Planeta Sostenible", como proclama el lema de nuestra presidencia del G20.
Pueden contar con Brasil para promover un multilateralismo renovado y revitalizado.
Les deseo a todos una buena reunión.
Muchas gracias.