Discurso del presidente Lula en la apertura de la 79.ª Asamblea General de la ONU en Nueva York
Mis saludos al presidente de la Asamblea General, Philemon Yang.
Asimismo, quisiera saludar al secretario general António Guterres y a cada uno de los jefes de Estado y de Gobierno y delegadas y delegados presentes.
Me dirijo especialmente a la delegación palestina, que participa por primera vez en esta sesión de apertura, aunque sea en calidad de miembro observador. Y quisiera saludar la presencia del presidente Mahmud Abás.
Señoras y señores:
Anteayer adoptamos el Pacto para el Futuro en esta misma sesión plenaria.
Su difícil aprobación demuestra el debilitamiento de nuestra capacidad colectiva de negociación y diálogo.
Su alcance limitado es también una expresión de la paradoja de nuestro tiempo: damos vueltas en círculos entre posibles compromisos que conducen a resultados insuficientes.
Ni siquiera con la tragedia de la COVID-19 fuimos capaces de unirnos en torno a un Tratado sobre Pandemias en la Organización Mundial de la Salud.
Necesitamos ir mucho más allá y dotar a la ONU de los medios necesarios para hacer frente a los vertiginosos cambios del panorama internacional.
Vivimos una época de crecientes angustias, frustraciones, tensiones y miedo.
Somos testigos de una alarmante escalada de disputas geopolíticas y de rivalidades estratégicas.
2023 ostenta el triste récord del mayor número de conflictos desde la Segunda Guerra Mundial.
El gasto militar global creció por noveno año consecutivo y alcanzó los 2,4 billones de dólares.
Se han movilizado más de 90 mil millones de dólares con arsenales nucleares.
Estos recursos podrían haberse utilizado para luchar contra el hambre y el cambio climático.
Lo que vemos es un aumento de las capacidades bélicas.
El uso de la fuerza, sin amparo en el Derecho Internacional, se está convirtiendo en la regla.
Presenciamos dos conflictos simultáneos con potencial para convertirse en una confrontación generalizada.
En Ucrania, vemos con pesar que la guerra se extiende sin perspectivas de paz.
Brasil condenó firmemente la invasión del territorio ucraniano.
Ya está claro que ninguna de las partes podrá alcanzar todos sus objetivos por la vía militar.
Recurrir a armamentos cada vez más destructivos nos trae a la memoria los tiempos más oscuros de la confrontación estéril de la Guerra Fría.
Crear las condiciones para la reanudación del diálogo directo entre las partes es crucial en estos momentos.
Este es el mensaje del entendimiento de seis puntos que China y Brasil ofrecen para que se establezca un proceso de diálogo y se ponga fin a las hostilidades.
En Gaza y en Cisjordania presenciamos una de las mayores crisis humanitarias de la historia reciente, que ahora se extiende peligrosamente al Líbano.
Lo que comenzó como una acción terrorista de fanáticos contra civiles israelíes inocentes se ha convertido en el castigo colectivo de todo el pueblo palestino.
Hay más de 40 mil víctimas mortales, en su mayoría mujeres y niños.
El derecho de defensa se ha transformado en el derecho de venganza, lo que impide un acuerdo sobre la liberación de los rehenes y aplaza el alto al fuego.
Conflictos olvidados en Sudán y en Yemen imponen un sufrimiento atroz a casi treinta millones de personas.
Este año, el número de personas que necesitan ayuda humanitaria en el mundo alcanzará los 300 millones.
En tiempos de creciente polarización, expresiones como "desglobalización" se han convertido en habituales.
Pero es imposible "desplanetizar" nuestra vida en común.
Estamos condenados a la interdependencia del cambio climático.
El planeta no espera más para cobrárselo a la próxima generación y está harto de acuerdos climáticos incumplidos.
Está cansado de que se ignoren las metas de reducción de las emisiones de carbono y de que la ayuda financiera a los países pobres no llegue.
El negacionismo sucumbe ante la evidencia del calentamiento global.
2024 va camino de ser el año más caliente de la historia moderna.
Los huracanes en el Caribe, los tifones en Asia, las sequías e inundaciones en África y las lluvias torrenciales en Europa dejan un rastro de muerte y destrucción a su paso.
En el sur de Brasil tuvimos la mayor inundación desde 1941.
La Amazonia está atravesando la peor sequía de los últimos 45 años.
Los incendios forestales se extienden por todo el país y ya han devorado 5 millones de hectáreas tan solo en el mes de agosto.
Mi gobierno no externaliza responsabilidades ni abdica de su soberanía.
Ya hemos hecho mucho, pero sabemos que tenemos que hacer más.
Además de hacer frente al desafío de la crisis climática, luchamos contra quienes se benefician de la degradación del medio ambiente.
No transigiremos con los delitos medioambientales, la minería ilegal o la delincuencia organizada.
Redujimos la deforestación del Amazonas en un 50% en el último año y vamos a erradicarla hasta 2030.
Ya no es admisible pensar en soluciones para los bosques tropicales sin escuchar a los pueblos indígenas, a las comunidades tradicionales y a todos los que viven en ellos.
Nuestra visión del desarrollo sostenible se basa en el potencial de la bioeconomía.
Brasil será sede de la COP30 en 2025, convencido de que el multilateralismo es el único camino para superar la emergencia climática.
A finales de este año se presentará nuestra Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), de acuerdo con el objetivo de limitar el aumento de la temperatura del planeta a un grado y medio.
Brasil se perfila como un almacén de oportunidades en un mundo revolucionado por la transición energética.
Hoy en día somos uno de los países con la matriz energética más limpia.
El 90% de nuestra electricidad procede de fuentes renovables como la biomasa, la energía hidroeléctrica, la solar y la eólica.
Optamos por los biocombustibles hace 50 años, mucho antes de que cobrara fuerza el debate sobre las energías alternativas.
Estamos a la vanguardia de otros nichos importantes, como la producción de hidrógeno verde.
Es hora de abordar el debate sobre el lento ritmo de descarbonización del planeta y trabajar por una economía menos dependiente de los combustibles fósiles.
Señor presidente:
En América Latina se vive una segunda década perdida desde 2014.
El crecimiento medio de la región durante este periodo fue solo del 0,9%, la mitad del registrado en la década perdida de los 80.
Esta combinación de bajo crecimiento y altos niveles de desigualdad tiene efectos nefastos en el paisaje político.
Engullidos por disputas a menudo ajenas a la región, nuestra vocación de cooperación y entendimiento se debilita.
No se justifica mantener a Cuba en una lista unilateral de Estados que supuestamente promueven el terrorismo ni imponer medidas coercitivas unilaterales que penalizan indebidamente a las poblaciones más vulnerables.
En Haití, es inaplazable combinar acciones para restablecer el orden público y promover el desarrollo.
En Brasil, la defensa de la democracia implica una acción permanente contra los ataques extremistas, mesiánicos y totalitarios que propagan el odio, la intolerancia y el resentimiento.
Las brasileñas y los brasileños seguirán derrotando a quienes intentan socavar las instituciones y ponerlas al servicio de intereses reaccionarios.
La democracia debe responder a las aspiraciones legítimas de quienes ya no aceptan el hambre, la desigualdad, el desempleo y la violencia.
En un mundo globalizado, no tiene sentido recurrir a falsos patriotas y aislacionistas.
Tampoco hay esperanza en recurrir a experimentos ultraliberales que no hacen sino agravar las dificultades de un continente empobrecido.
El futuro de nuestra región depende sobre todo de la construcción de un Estado sostenible, eficiente e inclusivo que haga frente a todas las formas de discriminación.
Que no se intimida ante individuos, corporaciones o plataformas digitales que se consideran por encima de la ley.
La libertad es la primera víctima de un mundo sin reglas.
Los elementos esenciales de la soberanía incluyen el derecho a legislar, juzgar disputas y hacer cumplir las reglas dentro de su territorio, incluido el ambiente digital.
El Estado que estamos construyendo es sensible a las necesidades de los más vulnerables sin renunciar a unos fundamentos macroeconómicos sanos.
La falsa oposición entre el Estado y el mercado ha sido abandonada por las naciones desarrolladas, que han vuelto a las políticas industriales activas y a una fuerte regulación de la economía nacional.
En el campo de la Inteligencia Artificial, estamos viviendo la consolidación de asimetrías que conducen a un auténtico oligopolio del saber.
Avanza la concentración sin precedentes en manos de un reducido número de personas y empresas, radicadas en un número aún menor de países.
Nos interesa una Inteligencia Artificial emancipadora que también tenga el rostro del Sur Global y que fortalezca la diversidad cultural.
Que respete los derechos humanos, proteja los datos personales y fomente la integridad de la información.
Y, sobre todo, que sea una herramienta para la paz, no para la guerra.
Necesitamos una gobernanza intergubernamental de la inteligencia artificial, en la que todos los Estados tengan un asiento.
Señor presidente:
Las condiciones de acceso a los recursos financieros siguen siendo prohibitivas para la mayoría de los países de renta media y baja.
El peso de la deuda limita el margen fiscal para invertir en salud y educación, reducir las desigualdades y hacer frente al cambio climático.
Los países de África se endeudan a tasas hasta 8 veces superiores a las de Alemania y 4 veces superiores a las de Estados Unidos.
Es un Plan Marshall a la inversa, en el que los más pobres financian a los más ricos.
Sin una mayor participación de los países en desarrollo en la dirección del FMI y el Banco Mundial, no habrá cambios efectivos.
Mientras los Objetivos de Desarrollo Sostenible se quedan atrás, las 150 mayores empresas del mundo han obtenido en conjunto unos beneficios de 1,8 billones de dólares en los últimos dos años.
Las fortunas de los 5 mayores multimillonarios se han más que duplicado desde principios de esta década, mientras que el 60% de la humanidad se ha empobrecido.
Los superricos pagan proporcionalmente muchos menos impuestos que la clase trabajadora.
Para corregir esta anomalía, Brasil ha insistido en la cooperación internacional para desarrollar unas normas mínimas de tributación global.
Los datos publicados hace dos meses por la FAO sobre el estado de la inseguridad alimentaria en el mundo son estremecedores.
El número de personas que pasan hambre en el mundo ha aumentado en más de 152 millones desde 2019.
Esto significa que el 9% de la población mundial (733 millones de personas) está subnutrida.
El problema es especialmente grave en África y Asia, pero también persiste en partes de América Latina.
Las mujeres y las niñas son la mayoría de las personas que pasan hambre en el mundo.
Pandemias, conflictos armados, fenómenos climáticos y subvenciones agrícolas de los países ricos amplían el alcance de este flagelo.
Pero el hambre no es solo el resultado de factores externos. Proviene sobre todo de decisiones políticas.
Hoy en día el mundo produce alimentos más que suficientes para erradicarla.
Lo que falta es crear las condiciones de acceso a los alimentos.
Este es el compromiso más urgente de mi Gobierno: acabar con el hambre en Brasil, como hicimos en 2014.
Solo en 2023 sacamos a 24,4 millones de personas de la situación de inseguridad alimentaria severa.
La Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, que lanzaremos en Río de Janeiro en noviembre, nace de esta determinación política y de este espíritu de solidaridad.
Será uno de los principales resultados de la presidencia brasileña del G20 y está abierto a todos los países del mundo.
Todos los que quieran unirse a este esfuerzo colectivo son bienvenidos.
Señor presidente, señoras y señores:
A punto de cumplir 80 años, la Carta de las Naciones Unidas nunca ha sido objeto de una reforma amplia.
Apenas se aprobaron cuatro enmiendas, todas entre 1965 y 1973.
La versión actual de la Carta no aborda algunos de los desafíos más acuciantes de la humanidad.
Cuando se fundó la ONU, éramos 51 países. En la actualidad somos 193.
Varias naciones, principalmente del continente africano, estaban bajo dominio colonial y no tenían voz sobre sus objetivos y funcionamiento.
No hay equilibrio de género en el ejercicio de las más altas funciones. El puesto de secretario general nunca ha sido ocupado por una mujer.
Estamos llegando al final del primer cuarto del siglo XXI con unas Naciones Unidas cada vez más vaciadas y paralizadas.
Ha llegado el momento de reaccionar enérgicamente ante esta situación restituyendo a la Organización las prerrogativas que se derivan de su condición de foro universal.
Los ajustes puntuales no bastan.
Tenemos que contemplar una amplia revisión de la Carta.
Su reforma debe contemplar los siguientes objetivos:
- la transformación del Consejo Económico y Social en el principal foro para tratar el desarrollo sostenible y la lucha contra el cambio climático, con capacidad real para inspirar a las instituciones financieras.
- la revitalización del papel de la Asamblea General, incluso en cuestiones de paz y seguridad internacionales.
- el fortalecimiento de la Comisión de Consolidación de la Paz.
- la reforma del Consejo de Seguridad, centrándose en su composición, métodos de trabajo y derecho de veto, a fin de hacerlo más eficaz y representativo de las realidades contemporáneas.
La exclusión de América Latina y África de los asientos permanentes del Consejo de Seguridad es un eco inaceptable de las prácticas de dominación del pasado colonial.
Vamos a promover este debate de forma transparente en consultas en el G77, el G20, el BRICS y la CELAC, el CARICOM, entre otros muchos espacios.
No me hago ilusiones sobre la complejidad de una reforma como esta, que se enfrentará a intereses cristalizados en el mantenimiento del status quo.
Requerirá un enorme esfuerzo de negociación. Pero esa es nuestra responsabilidad.
No podemos esperar a que se produzca otra tragedia mundial, como la Segunda Gran Guerra, para construir una nueva gobernanza global sobre sus escombros.
La voluntad de la mayoría puede persuadir a quienes se apegan a las crudas expresiones de los mecanismos de poder.
En esta sesión plenaria se hace eco de las aspiraciones de la humanidad.
Aquí se desarrollan los grandes debates del mundo.
En este foro buscamos respuestas a los problemas que afligen al planeta.
Corresponde a la Asamblea General, máxima expresión del multilateralismo, la misión de allanar el camino hacia el futuro.
Muchas gracias.