Discurso del presidente Lula durante acto en defensa de la democracia y del Estado de derecho en el Congreso Nacional
Señoras y señores,
mis amigos y mis amigas.
En primer lugar, quiero saludar a todos los brasileños que se han levantado por encima de sus diferencias para darle un NO elocuente al fascismo. Porque solo en democracia las divergencias pueden coexistir en paz.
Quiero rendir un homenaje especial a todos los que, al día siguiente de la intentona golpista, caminaron cogidos del brazo desde el Palacio del Planalto hasta el Supremo Tribunal Federal en defensa de la democracia.
Nunca una caminata tan corta tuvo un alcance histórico tan grande.
El coraje de parlamentarios, gobernadores y gobernadoras, ministros y ministras de la Suprema Corte, ministros y ministras de Estado, militares legalistas y, sobre todo, de la mayoría del pueblo brasileño aseguró que nosotros estuviéramos aquí hoy celebrando la victoria de la democracia sobre el autoritarismo.
Aprovecho para saludar a los trabajadores y trabajadoras de las fuerzas de seguridad – en especial a la Policía Legislativa – que, incluso en minoría, se negaron a sumarse al golpe y arriesgaron sus vidas en el cumplimiento del deber.
Si la intentona golpista hubiera tenido éxito, se habría robado o destruido mucho más que vidrios, muebles, obras de arte y objetos históricos.
La voluntad soberana del pueblo brasileño, expresada en las urnas, habría sido robada. La democracia, destruida.
A estas alturas, Brasil estaría sumido en el caos económico y social. La lucha contra el hambre y las desigualdades habría vuelto al punto de partida.
Nuestro país estaría nuevamente aislado del mundo, y la Amazonia en poco tiempo reducida a cenizas para que la manada y la minería ilegal pasaran.
Adversarios políticos y autoridades constituidas podrían ser fusilados o ahorcados en plaza pública – a juzgar por lo que el ex presidente golpista predicó en campaña, y sus seguidores tramaron en las redes sociales.
Todos aquellos que financiaron, planearon y ejecutaron el intento de golpe deben ser castigados ejemplarmente.
No hay perdón para quien atenta contra la democracia, contra su país y contra su propio pueblo.
El perdón sonaría como impunidad. Y la impunidad, como salvoconducto para nuevos actos terroristas.
Salvamos la democracia. Pero la democracia nunca está lista, necesita ser construida y cuidada todos los días.
La democracia es imperfecta, porque somos humanos y, por lo tanto, imperfectos.
Pero tenemos, todas y todos, el deber de unir esfuerzos para perfeccionarla.
Mis amigos y mis amigas.
El hambre es el enemigo de la democracia.
No habrá democracia plena mientras persistan las desigualdades – ya sea de ingresos, raza, género, orientación sexual, acceso a la salud, educación y demás servicios públicos.
Un niño sin acceso a la educación no aprenderá el significado de la palabra democracia.
Un padre o una madre de familia en el semáforo, empuñando un cartel escrito "ayúdenme por el amor de Dios", tampoco sabrá lo que es democracia.
Perfeccionar la democracia es reconocer que la democracia para unos pocos no es democracia.
Si hemos sido capaces de dejar de lado las divergencias para defender el régimen democrático, también somos capaces de unirnos para construir un país más justo y menos desigual.
Mis amigas y mis amigos.
No hay democracia sin libertad.
Pero que nadie confunda libertad con permiso para atentar contra la democracia.
Libertad no es una autorización para difundir mentiras sobre las vacunas en las redes sociales, lo que puede haber llevado a cientos de miles de brasileños a la muerte por COVID-19.
La libertad no es el derecho a predicar la instalación de un régimen autoritario y el asesinato de adversarios.
Las mentiras, la desinformación y los discursos de odio fueron el combustible para el 8 de enero.
Nuestra democracia estará bajo constante amenaza, mientras no seamos firmes en la regulación de las redes sociales.
En los días, semanas y meses que siguieron al intento de golpe, reformamos las sedes de los Tres Poderes. Cambiamos los vidrios, eliminamos la suciedad, restauramos obras de arte, recuperamos objetos históricos.
Y, sobre todo, reafirmamos el valor de la democracia para Brasil y para el mundo.
Ahora hay que avanzar cada vez más en la construcción de una democracia plena.
Una democracia que se traduzca en igualdad de derechos y oportunidades. Que promueva la mejora de la calidad de vida, sobre todo para quien más lo necesita.
Estamos en este viaje, y llegaremos más lejos si caminamos tomados de la mano.
Quiero terminar reiterando lo que dije en mi discurso inaugural en este Congreso Nacional:
Democracia siempre.
Muchas gracias.