Discurso del presidente Luiz Inácio Lula da Silva durante la Cumbre de los Países Amazónicos, en Belém (PA)
Es una gran satisfacción recibirles en Belém.
Fue en esta misma ciudad que, en el 23 de octubre de 1980, se realizó la primera reunión de cancilleres del entonces recién creado Tratado de Cooperación Amazónica.
Retornamos hoy a Belém para volver a pensar y actuar juntos.
A partir de esta Cumbre, nace un nuevo sueño amazónico para la región y el mundo.
Por mucho tiempo, nos impusieron sueños ajenos.
Por casi 500 años, la Amazonía fue vista como una barrera entre nuestras sociedades.
El prejuicio y la extracción predatoria alimentaron la violencia contra los pueblos indígenas y estimularon el saqueo de los recursos naturales.
Del caucho a los minerales, sucesivos ciclos económicos generaron prosperidad para pocos y pobreza para muchos.
Junto con la ocupación desordenada, los tractores y las motosierras, vino la destrucción ambiental.
Nuestras sociedades no supieron encontrar el equilibrio entre el crecimiento y la sostenibilidad, ni respetar los saberes y derechos de los pueblos del campo, del bosque y de las aguas.
En Brasil, a partir de la redemocratización, buscamos corregir el rumbo, valorizando el bioma y sus habitantes.
La Constitución de 1988 introdujo (en su artículo 225) el derecho a un medio ambiente ecológicamente equilibrado. También instituyó el deber de defenderlo y preservarlo para las presentes y futuras generaciones. El Bosque Amazónico fue definido como patrimonio nacional.
En los años siguientes, aún con muchas dificultades, hubo avances en el monitoreo del bosque, en la demarcación de Tierras Indígenas en la regularización territorial.
Creamos un ministerio específico para el medio ambiente.
Lanzamos satélites que ampliaron nuestra recogida de datos ambientales.
Mejoramos la fiscalización y creamos nuevas leyes ambientales.
En mis gobiernos, intensifiqué esos esfuerzos.
Entre el 2004 y 2012, reducimos la deforestación en la Amazonía en 83% y evitamos que 4 mil millones de toneladas de CO2 fuesen emitidas en la atmósfera.
Esa fue la más grande contribución hecha por un país para la reducción de los gases de efecto invernadero oriundos de la deforestación hasta hoy.
Y, al mismo tiempo, logramos aumentar la productividad agrícola en la región, mostrando que es posible crecer sin derribar el bosque.
No resolvimos todos los problemas, pero empezamos a trillar un camino más justo y sostenible.
Sin embargo, la crisis política que se abatió sobre Brasil llevó al poder un gobierno negacionista, con consecuencias nefastas.
Mi antecesor abrió las puertas para los ilícitos ambientales y el crimen organizado. Los índices de deforestación volvieron a crecer.
Sus políticas beneficiaron a solamente una minoría que busca el beneficio inmediato.
En la tribuna de la ONU, Brasil resucitó nociones de un nacionalismo primitivo y responsabilizó a “indios y caboclos” por los incendios provocados por la acción humana.
Nos convertimos en un paria entre las naciones y nos alejamos de nuestra propia región.
Los que siempre actuaron en favor de la preservación ambiental y de los derechos humanos fueron perseguidos y atacados. Perdimos, de forma violenta, diversos liderazgos que lucharon contra la destrucción y el descuido.
Los que más sufrieron fueron los indígenas y otros pueblos tradicionales.
La invasión de la tierra Yanomami por mineros ilegales evidenció el desprecio por la vida humana y por el medio ambiente.
La creación del Ministerio de los Pueblos Indígenas, comandado por una ministra indígena, el primero en la historia de Brasil, simboliza nuestro compromiso con la reparación a la invisibilidad a que fueron sometidos los pueblos originarios en nuestro país.
Señoras y señores,
Afortunadamente, por la decisión soberana del pueblo brasileño y su compromiso con la democracia, logramos pasar esa triste página de nuestra historia.
Queremos reanudar la cooperación entre nuestros países y superar desconfianzas.
Queremos reconstruir y ampliar nuestros canales de diálogo.
Esto requiere cambiar no solamente la comprensión de la Amazonía, sino también su realidad.
La Amazonía suramericana es el mayor bosque tropical del mundo, una reserva de biodiversidad incomparable, y la más extensa cuenca hidrográfica del planeta.
Su área corresponde a una vez y media la de la Unión Europea. Ella contiene 10% de todas las plantas y animales conocidos. Todos los días, como promedio, una nueva especie es descubierta en este bosque.
Juntos, su suelo y vegetación almacenan 200 mil millones de toneladas de carbono, lo que la hace esencial para un clima estable para todo el planeta.
Pero la Amazonía no está solo hecha de flora y fauna.
Son 50 millones de personas esparcidas por su vasto territorio y entre metrópolis como Belém, Manaos y Santa Cruz de la Sierra.
Ciudades medianas como Florencia, Ciudad Bolívar e Iquitos.
Y miles de villas y aldeas.
Son 400 pueblos indígenas, que hablan más de 300 idiomas.
Para entender ese lugar, debemos oír a quien ya lo conoce bien.
El sueño amazónico tiene que estar enraizado en la ciencia y en los saberes producidos aquí. Y tiene que juntar a todos los actores en la búsqueda por soluciones.
Para resolver los problemas de la región, debemos reconocer que ella también es un lugar de carencias socioeconómicas históricas.
No es posible concebir la preservación de la Amazonía sin resolver los múltiples problemas estructurales que ella enfrenta.
La Amazonía es rica en recursos hídricos, pero en muchos lugares falta agua potable.
A pesar de su gran biodiversidad, millones de personas en la región aún pasan hambre.
Redes criminales hoy se organizan transnacionalmente, aumentando la inseguridad por toda la región.
Estamos empeñados en revertir este cuadro. Ya podemos ver resultados. Las alertas de deforestación en la Amazonía tuvieron una reducción del 42,5% en los primeros siete meses de este año. Asumimos el compromiso de eliminar la deforestación antes del 2030.
Vamos a establecer, en Manaos, un Centro de Cooperación Policial Internacional para enfrentar a los crímenes que afectan la región. El nuevo Plan de Seguridad para la Amazonía creará 34 nuevas bases fluviales y terrestres, con la presencia constante de fuerzas federales y estatales.
El apoyo de las Fuerzas Armadas, sobre todo en la franja de frontera, también será esencial en este esfuerzo. Ello también permitirá la futura creación de un sistema integrado de control de tráfico aéreo en la región amazónica.
Mi gobierno está comprometido en el diseño de una transición justa. Vamos a planificar el crecimiento apostando en la industrialización e infraestructura verdes, en la sociobioeconomía, y en las energías renovables.
Brasil desempeñará un papel central en la transición energética, liderando la producción de fuentes limpias como la energía solar, la biomasa, el etanol y el hidrógeno verde.
Con el Programa Nacional de Bosques Productivos, vamos a fomentar la restauración de áreas degradadas y la producción de alimentos, con base en la agricultura familiar y en las comunidades tradicionales.
Enviamos para el Congreso el Acuerdo de Escazú, un instrumento de América Latina y del Caribe que ayudará a garantizar los derechos de los defensores del medio ambiente y el acceso a la información.
Queremos que los beneficios de estos esfuerzos sean compartidos con nuestros vecinos.
El Tratado de Cooperación Amazónica que firmamos en 1978 es la principal plataforma para enfrentar juntos estos desafíos.
Buscando el desarrollo harmónico entre nuestros ocho países, y respetando la soberanía de cada nación.
Con base en este acuerdo, fundamos el primer bloque socioambiental del mundo, la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA).
Nuestra misión ahora es dotarla de recursos propios y de un programa de acción más amplio.
La creación de una instancia de jefes de Estado será esencial para mantener el tema de la Amazonía en el más alto nivel político.
La revitalización del Parlamento Amazónico permitirá ampliar el diálogo en sintonía con la sociedad.
Daremos atención especial a las mujeres, que están en la línea del frente de la defensa de las comunidades y del medio ambiente, a los jóvenes, que traen nuevas ideas y enfoques, y a los pueblos indígenas, que nos enseñan a preservar el bosque.
Este fortalecimiento institucional será fundamentado en la ciencia. El Observatorio Regional Amazónico, que reúne datos sobre temas como recursos hídricos, salud, biodiversidad y cambio del clima, ofrecerá insumos para nuestras políticas públicas e iniciativas de cooperación.
Estamos creando el Panel Técnico-Científico Intergubernamental, que juntará a científicos y especialistas de la Amazonía para fundamentar nuestras decisiones, en colaboración con otros paneles científicos internacionales.
La Declaración Presidencial de esta Cumbre muestra que lo que comenzamos en Leticia y ahora consolidamos en Belém no es solo un mensaje político: es un plan de acción detallado y abarcador para el desarrollo sostenible en la Amazonía.
La Amazonía no es y no puede ser tratada como un gran depósito de riquezas. Ella es una incubadora de conocimientos y tecnologías que ni empezamos a dimensionar.
Aquí pueden estar soluciones para innumerables problemas de la humanidad – desde la cura de enfermedades al comercio más sostenible.
El bosque no es un vacío a ser ocupado, ni un tesoro a ser saqueado. Es un cantero de posibilidades que debe ser cultivado.
Sin ella, la América del Sur que conocemos no existiría. De ella depende el régimen de lluvias que sustenta la vida y mantiene la mayor parte de nuestras actividades económicas.
El bosque nos une. Es hora de mirar para el corazón del continente y consolidar, de una vez por todas, nuestra identidad amazónica.
Además de tratar de los desafíos en nuestra región, esto nos permitirá enfrentar un orden global cada vez más incierto.
En un sistema internacional que no fue construido por nosotros, nos fue reservado históricamente el lugar subalterno de proveedores de materias primas. La transición ecológica justa nos permite cambiar este cuadro.
La Amazonía es nuestro pasaporte para una nueva relación con el mundo – una relación más simétrica, en la cual nuestros recursos no serán explotados en beneficio de pocos, sino valorizados y puestos a servicio de todos.
Que los Diálogos Amazónicos sean un hito en la reanudación de la interacción entre las sociedades y los gobiernos de nuestra región.
Es necesario valorizar el papel de los alcaldes, gobernadores y políticos. No se hace política pública eficaz sin la participación de quien conoce el territorio.
Espero que cada persona, cada ciudad, cada río y cada árbol de nuestro vasto bosque encuentren su lugar en esta visión de una nueva Amazonía que nace a partir de esta Cumbre.
Vamos a dejar para nuestros descendientes un legado de bienestar, prosperidad y justicia social.
La Amazonía será lo que queramos que ella sea.
Una Amazonía con ciudades más verdes, aire más puro, ríos sin mercurio y el bosque en pie.
Una Amazonía con comida en la mesa, trabajo digno y servicios públicos al alcance de todos.
Una Amazonía con niños más saludables, emigrantes bien acogidos, indígenas respetados y jóvenes más esperanzados.
Una Amazonía que despierta y toma consciencia de sí misma.
Ese es nuestro sueño amazónico.
Muchas gracias.