Discurso del Presidente de la República, Luiz Inácio Lula da Silva, en ocasión del Diálogo BRICS y Amigos de los BRICS
Me gustaría saludar al presidente Ramaphosa por dedicar este debate a la colaboración de los BRICS con el Sur Global y, en especial, con África.
Es hora de revitalizar la cooperación entre los países en desarrollo.
Vemos, hoy, el surgimiento de nuevos desafíos, que se suman a problemas antiguos.
Fuimos afectados por una pandemia, por nuevos conflictos y por una grave emergencia climática, en el momento en que trabajábamos por la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Cuando era adoptada, la Agenda 2030 trazaba una ruta para un futuro mejor.
Hoy, la mitad de las metas está atrasada y hubo estagnación o retroceso en casi un tercio de ellas.
La inseguridad alimentaria retrocedió para los niveles del 2005.
La democracia, en varios lugares, se ve amenazada por el extremismo o corroída por la xenofobia.
Y estamos, nuevamente en la historia, bajo el riesgo de una guerra nuclear.
El mundo caminó para atrás.
Muchas de las respuestas que buscamos para una construir un mundo más equitativo están en África.
El Covid-19 cegó millones de vidas, pero – a pesar de los obstáculos injustificables al acceso a las vacunas – África presentó tasas de mortalidad bajas.
Mientras las preocupaciones de seguridad limitan cada vez más la repartición de tecnologías, la Unión Africana lanza una estrategia de transformación digital y centenas de startups y centros de innovación surgen en África.
Al mismo tiempo en que proliferan medidas unilaterales que amenazan la integridad del régimen comercial, el continente africano se transforma en la mayor área de libre comercio del planeta, con 1,3 mil millón de personas y PIB combinado de 3,4 billones de dólares.
A medida que órganos multilaterales fallan al responder a amenazas a la paz, la Unión Africana asume creciente protagonismo en la resolución de conflictos.
De un lado, alianzas excluyentes renacen y agravan tensiones, y, de otro, países africanos y latinoamericanos se unen para preservar la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur.
Pero, así como en otras regiones, en África también quedan evidentes las grandes limitaciones impuestas a países en desarrollo.
Las promesas de la globalización no se cumplieron.
Muchas naciones se ven, hoy, impedidas por deudas impagables.
En los últimos años, el volumen de recursos dirigidos a países del Sur Global, a través del comercio e inversiones, está disminuyendo.
La mayor parte del mundo en desarrollo depende de la exportación de commodities, cuya demanda es volátil, y de la importación de bienes de primera necesidad, cuyos precios se dispararon.
Al mesmo tiempo, instituciones financieras imponen intereses elevados y condicionalidades que estrechan el espacio de actuación del Estado.
Es imposible promover el desarrollo sostenible si el presupuesto público es consumido por el servicio de la deuda.
El combate al cambio del clima nos ofrece la oportunidad de repensar modelos de financiamiento, comercio y desarrollo.
La transición energética no puede reeditar la relación de explotación del pasado colonial.
Necesitamos de soluciones que diversifiquen y agreguen valor a la producción de países en desarrollo.
La señal más evidente de que el planeta está convirtiéndose en un lugar más desigual es el crecimiento del hambre y de la pobreza.
Esto es inaceptable. A pesar de su magnitud, estos problemas no son tratados con la urgencia que merecen.
Las emisiones del 1% más rico de la población mundial son 100 veces mayores que las de los 50% más pobres.
Como dijo la ambientalista keniana Wangari Maathai, ganadora del Nobel de la Paz, “nos gusta mucho culpar a los pobres por la destrucción del medio ambiente. Pero, frecuentemente, son los poderosos, incluyendo a los gobiernos, los responsables”.
Existen formas sostenibles de ampliar la productividad agrícola, generar renta y ofrecer protección social.
Fue esto lo que discutimos en la Cumbre de la Amazonia, en Belém, al inicio de este mes. Y que queremos discutir con los países de las demás cuencas tropicales, la del Congo y la de Borneo-Mekong.
Brasil asumirá la presidencia del G20 en diciembre y quiere recolocar la reducción de las desigualdades en el centro de la agenda internacional.
No podemos hacer esto sin mayor representatividad para África. Por eso defendemos el ingreso de la Unión Africana como miembro del G20.
Con mi llegada a Sudáfrica– de donde seguiré para Angola y para São Tomé y Príncipe –, pretendo inaugurar una nueva agenda de cooperación entre Brasil y África.
Vamos a reanudar nuestra vocación universalista y reconstruir nuestros vínculos históricos con los países en desarrollo.
La prosperidad solo es plena cuando es compartida.
La presencia, aquí, de decenas de líderes del Sur Global muestra que el mundo es más complejo que la mentalidad de Guerra Fría que algunos quieren restaurar.
En vez de adherir a la lógica de la competencia, que impone alineamientos automáticos y fomenta desconfianzas, tenemos que fortalecer nuestra colaboración.
Un mundo con bienestar para todos solo es posible con un orden internacional más inclusivo y solidario.
Muchas gracias.