Discurso del presidente de la República, Luiz Inácio Lula da Silva, en la Segunda Cumbre Virtual Voces del Sur Global
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva discursó en la mañana de este viernes (17/11) en la conclusión de la segunda cumbre virtual “Voces del Sur Global”, por invitación del primer ministro de la India, Narendra Modi, anfitrión del evento. La primera cumbre ocurrió igualmente en formato virtual, el 12 -13 de enero de este año. La iniciativa juntó a 125 países del mundo, para intercambiar impresiones sobre sus prioridades, desafíos y soluciones, a partir de la perspectiva del mundo en desarrollo.
El presidente Lula fue el segundo jefe de Estado a discursar, después del primer ministro de la India, en la condición de próximo presidente del G20. En esta sesión de clausura hablaron los jefes de Estado y Gobierno de Baréin, Egipto, Guyana, Jamaica, Malawi, Mozambique, Nepal, Serbia y Trinidad y Tobago.
Discurso completo a continuación:
Felicito al primer ministro Modi por esta oportuna iniciativa de reunir al Sur Global en un contexto tan desafiante.
Estar aquí me hizo recordar una obra muy famosa del artista uruguayo Joaquín Torres García, llamada “América Invertida”.
Él retrató a América del Sur al revés.
Puso al cono sur – que suele aparecer distorsionado en los mapas tradicionales – encima de la imagen, y el norte en la parte de abajo.
Con eso demostró cómo, muchas veces, adoptamos, sin reflexionar, puntos de vista ajenos, que no nos favorecen.
Nuestros países ya fueron llamados tercer mundo y países en desarrollo.
Fuimos divididos en países emergentes y países menos desarrollados; y en países de renta mediana y países de renta baja.
Hay quien cuestione el concepto de Sur Global, diciendo que somos demasiado diversos para caber en él.
Pero existen muchos más intereses que nos unen que diferencias que nos separan.
Asumir nuestra identidad como Sur Global significa reconocer que vemos el mundo desde una perspectiva semejante.
A lo largo de décadas, trabajamos juntos por un mundo más equitativo.
Enfrentamos el desafío de la descolonización, asumimos el desafío del desarrollo y ahora tenemos de abrazar el desafío de la paz.
Nuestra movilización más reciente resultó en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que son el resumen más fiel de nuestras aspiraciones conjuntas.
Pero solo un quinto de sus metas están progresando como era esperado. La implementación de un tercio de ellas está estancada o retrocedió.
Cuando hablé desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU, en septiembre, propuse que asumiésemos la reducción de las desigualdades como nuestro objetivo-síntesis.
En el caso contrario, el abismo entre países ricos y pobres solo crecerá.
Fallaremos con los millones de personas que pasan hambre en el mundo, mientras miles de millones de dólares son gastados para trabar guerras.
Seremos los más afectados por el cambio del clima, aunque no hayamos sido, históricamente, los mayores responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Nos convertiremos en víctimas de una nueva carrera predatoria por recursos naturales, incluyendo minerales críticos, sin la oportunidad de diversificar nuestras bases productivas.
Seguiremos sin acceso a medicamentos, repitiendo – en la expresión del director-general de la OMS – el “apartheid de vacunas” que vimos en la pandemia del COVID-19.
Viviremos el impacto de la inteligencia artificial sobre nuestros empleos, sin participar de su regulación.
Y muchos de nosotros continuarán sofocados por deudas que limitan la capacidad del Estado de promover el desarrollo sostenible.
La presidencia brasileña del G20, que se inicia en diciembre, lanzará – así como hizo la India, Indonesia antes de ella y ciertamente hará Sudáfrica después de nosotros –luz sobre las necesidades del Sur Global.
Dedicaremos fuerzas-tareas especiales al combate al hambre y al enfrentamiento del cambio del clima, las dos mayores urgencias de nuestro tiempo.
En la COP30 – que seremos sede en el corazón de la Amazonia –, insistiremos para que los países desarrollados asuman metas más ambiciosas y cumplan sus compromisos.
Para avanzar en estos temas, será ineludible abordar la cuestión de la reforma de la gobernanza mundial.
Las tragedias humanitarias que estamos viendo evidencian la quiebra de las instituciones internacionales.
Por no reflejar la realidad actual, ellas perdieron efectividad y credibilidad.
En su mandato en el Consejo de Seguridad de la ONU, Brasil ha trabajado incansablemente por la paz.
Pero las soluciones son reiteradamente frustradas por el derecho de veto.
Necesitamos rescatar la confianza en el multilateralismo.
Necesitamos recuperar nuestras mejores tradiciones humanistas.
Nada justifica que las principales víctimas de los conflictos sean mujeres y niños.
Es necesario restituir la primacía del derecho internacional, incluso el humanitario, que valga igualmente para todos, sin estándares dobles o medidas unilaterales.
Como Sur Global, nuestra intención no es – y no debe ser – antagonizar al llamado Norte.
Pero un orden internacional justo exige que todos tengamos voz. Y hablaremos más alto si hablamos juntos.
Muchas gracias.
(*) Cotejar con la versión oral.