Palacio Pereda
El notable conjunto urbano formado por la Plaza Carlos Pellegrini -en el comienzo de la Avenida Alvear- y sus alrededores reflejan, como otros pocos lugares en Buenos Aires, la fuerte influencia ejercida por la arquitectura francesa en la Argentina, especialmente durante las primeras décadas del siglo XX.
Colaboran para reforzar la tonalidad parisina del lugar el trazado irregular de la calles del sector y la indudable imagen francesa de varias residencias particulares, imponentes y de admirable diseño.
Entre todas ellas se destaca el Palacio Pereda, actual residencia del Embajador del Brasil, por el amplio desarrollo de su composición y su relación dialéctica con el ámbito de la plaza, al que otorga una extensión especial y del cual se apropia visualmente.
La recreación de un modelo
A fines del 1917, el Doctor Celedonio Pereda, estanciero pujante y progresista, adquirió un amplio terreno en una ubicación privilegiada para construir allí su nueva residencia. Le encomendó el proyecto al arquitecto francés Louis Martin, nacido en1867 en París, formado en la Escuela de Bellas Artes de esa ciudad y autor de varias residencias particulares de reconocido y cuidadoso diseño.
Pereda solicitó al arquitecto Martin que tomase como modelo el edificio convertido, en 1913, en el Museo Jacquemart-André, en París, diseñado por el arquitecto Henri Parent y edificado entre 1869 y 1875 para el banquero y coleccionista Edouard André y su esposa, la pintora Nelié Jacquemart.
Pereda conocía bien y apreciaba mucho el modelo de referencia, no solamente en su arquitectura exterior, sino también en sus interiores que encerraban una gran colección de muebles, objetos, pinturas y esculturas reunidos por los dueños.
De esa forma, la similitud entre ambos edificios no se limita a la fachada que da a la calle -el trazo más fielmente descripto- sino que se extiende a la disposición y decoración de los interiores, así como también a ciertos elementos de composición de la fachada sobre el jardín.
Este tipo de transcripciones, muchas veces literarias, en el área del diseño arquitectónico, ha sido descripto con la palabra francesa "pastiche" y consiste en recrear, total o parcialmente, modelos reconocibles y consagrados de épocas anteriores.
El caso del Palacio Pereda es paradójicamente original, ya que retoma un prototipo bastante próximo en el tiempo, tratando de imitarlo de manera integral en sus múltiples aspectos.
Poco tiempo después del comienzo de la construcción del palacio, en 1919, tarea que estuvo a cargo de la empresa Guillermo Schauffele, surgieron desentendimientos entre el propietario y el arquitecto.
Aparentemente, ciertos aspectos de la resolución interior del edificio hecho por Martin, no agradaban a Pereda. Entre ellos, el restringido hall de acceso, diferente del modelo parisino, y la compleja escalera principal, que a pesar de ser muy similar a la original, no fue muy apreciada por el propietario. Fue así que Pereda decidió contratar, en 1920, al famoso arquitecto belga Julio Dormal para solucionar este tipo de desentendimientos y asumir la dirección de la obra ya iniciada.
Apropiación y adaptación
La apreciación de la arquitectura del Palacio Pereda lleva, inevitablemente, a la descripción del Museo Jacquemart-André.
Exteriormente, la fachada de la calle, prácticamente idéntica en ambos casos, es un buen ejemplo de precoz reutilización del lenguaje clásico de la arquitectura francesa.
El agregado de columnas corintias gigantes para ritmar la fachada, el cuerpo central cilíndrico y los pabellones laterales muestran su inspiración en las imponentes residencias particulares construidas en París en la segunda mitad del siglo XVIII.
La composición general resulta característica de la arquitectura de fines del Segundo Imperio, cuando se incorporan criterios ambientales y juegos estilísticos propios de un híbrido de arquitectura urbana y suburbana. Eso está demostrado por la presencia de una gran terraza en el nivel del primer piso, verdadera apertura a los ámbitos representativos de la arquitectura privada para el espacio urbano.
La fachada posterior del Palacio Pereda, orientada al jardín, es una composición que reinterpreta algunos de los elementos de la fachada interior parisina, sin alcanzar una unidad perfecta.
El diseño fue aquí estupendamente reforzado por una magnífica escalera de dos alas y de amplia curvatura, inspirada ciertamente en la famosa escalera de la Courdu Cheval Blanc del Palacio de Fontainebleau.
Los espacios interiores del edificio se organizan de manera tradicional, en cuatro pisos. La planta baja incluye dos accesos, el principal y el de servicio, con sus respectivos corredores en ambos extremos del terreno.
En el primer piso, los espacios de los salones de recepción tienen excelentes proporciones y permiten una comunicación visual entre la terraza de la calle y el jardín. En el segundo piso, se encuentran las habitaciones.
La decoración interior estuvo a cargo de la Casa Jensen y, como no podía dejar de ser, los diseños de la mayoría de los salones imitan también los interiores del Museo Jacquemart-André.
Reconocimiento del valor patrimonial
Merecen un capítulo aparte las pinturas murales que ostenta el piso principal, realizadas por el pintor español José María Sert. Son complemento indispensable de esta recreación local de una famosa residencia parisina y pueden ser consideradas las mejores pinturas murales de Buenos Aires.
Desde 1945, el Palacio Pereda es la Residencia del Embajador del Brasil en la Argentina. La estima y preocupación con las que el Gobierno brasileño y sus representantes en la Argentina trataron este magnífico edificio se manifiestan en la restauración de las pinturas de Sert (1989).
Las telas de José María Sert
La decidida y persistente voluntad de Celedonio Pereda de recrear en Buenos Aires una versión fiel del Museo Jacquemart-André lo llevó a buscar un destacado pintor que completase la ambientación interior dela obra arquitectónica iniciada.
El modelo parisino incluía, en sus interiores, techos pintados por Pierre Victor Gallanda, gran representante de la pintura alegórica carácterística del Segundo Imperio, así como paneles de frescos pintados por Tiépolo y sus hijos en el siglo XVIII. En 1926, durante una de sus estadías en París, Pereda pudo admirar en el Jeu de Paume una exposición de la serie de pinturas de José María Sert (1874-1945) para la Catedral de Vichy. Comprobó, entonces, que ese artista era un digno descendiente de los grandes muralistas del pasado, como Tiépolo, y el mayor divulgador de las tradiciones artísticas hispánicas, entonces redescubiertas. Sert ya se había consagrado a realizar obras para varios países de Europa y Estados Unidos
Inmediatamente, Pereda entró en contacto con el pintor español, quien le sugirió que visitase otros lugares donde existían obras suyas, como el Salón de Baile de la residencia de Philip Sassoon, en Londres, y otro salón de la casa de Maurice de Wendel, en París, trabajos que sirvieron de inspiración para los techos de la residencia de Buenos Aires. Después de eso, Pereda encomendó definitivamente la pintura, enviando las maquetas de los salones de su residencia al artista en París, quien, en 1932 envió a Buenos Aires las telas que fueron adheridas a los techos de cinco salones del piso principal "El aseo de Don Quijote" en el salón comedor,"Los equilibristas" en el hall principal, "Diana Cazadora" en el Salón Dorado, "La Tela de Araña" en el comedor íntimo y "El Agujero Celeste" en la sala de música.
Los motivos representados, de inspiración veneciana, oriental, mediterránea e hispánica, recrean escenas mitológicas o populares. En todas las telas, impresionan el efecto de perspectiva, la arquitectura y decoración ilusorias así como el empleo de fondos metalizados.
Esas pinturas, valiosas obras en sí mismas, son el complemento especial de los interiores de un edificio imponente y, en opinión de algunos críticos, uno de los mejores y más armónicos conjuntos de telas realizados por Sert para residencias particulares.