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Discurso del Ministro Mauro Vieira con ocasión de las ceremonias de celebración de los 25 años del Acuerdo de Paz de Brasília entre Ecuador y el Perú
Excelentísima Señora Dina Boluarte, Presidente de la República del Perú,
Excelentísimo Señor Guillermo Lasso, Presidente de la República de Ecuador,
Excelentísima Señora Embajadora Ana Cecilia Gervasi, Ministra de Relaciones Exteriores de la República del Perú,
Excelentísimo Señor Gustavo Manrique, Ministro de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana de Ecuador,
Excelentísimo Señor Alberto van Klaveren Stork, Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Chile,
Excelentísimo Señor Embajador Pablo Tettamanti, Secretario de Relaciones Exteriores de la República Argentina,
Excelentísimo Señor Kevin Sullivan, representante del Departamento de Estado de los Estados Unidos de América,
Estimados Embajadores y representantes del cuerpo diplomático,
Señoras y señores,
Es un honor y una satisfacción estar aquí en Lima, representando al Presidente Luiz Inácio Lula da Silva, para traer la palabra de Brasil a esta celebración de los 25 años del Acuerdo de Paz de Brasilia entre Perú y Ecuador.
Es una ocasión no sólo para celebrar un hito importante para dos países hermanos, sino también para celebrar lo que hemos alcanzado desde ese momento – un espacio sudamericano basado en el diálogo y en las relaciones amistosas entre nuestros países.
Hace exactos 25 años, la firma de este importante acuerdo selló definitivamente la tan esperada paz entre Perú y Ecuador, culminando un largo proceso político y diplomático que empezó con la firma del protocolo de Río de Janeiro en 1942. Fue un momento históricamente importante en varios frentes.
Para los dos países vecinos, representó el fin de una larga disputa territorial, devolviendo a las sociedades peruana y ecuatoriana la esperanza de un futuro de amistad, convivencia y prosperidad compartidas. Para América del Sur, el acuerdo representó la reafirmación de nuestra vocación en favor de la paz solidaria, basada en las aspiraciones y anhelos legítimos de nuestros pueblos. A nivel internacional, ratificó los beneficios que se obtienen cuando se elige la diplomacia y el derecho internacional como formas de superar las diferencias.
Mediante la firma del Acta Presidencial de Brasilia, Perú y Ecuador demostraron al mundo el potencial de una reconciliación pacífica.
La paz, la prosperidad y el desarrollo siguen siendo algunos de los principios rectores de nuestra fraterna cooperación sudamericana. Creo que no sería exagerado decir que el Acuerdo de Paz de Brasilia de hecho allanó el camino para la profundización de nuestro proceso de integración regional en América del Sur, al señalar la capacidad de crear consensos y priorizar las soluciones comunes a retos compartidos.
Hoy, este entendimiento se materializa en nuestro propósito de relanzar y consolidar la integración sudamericana, basada en la visión de que la América del Sur constituye una región de paz y cooperación, de diálogo y de respeto a la diversidad de nuestros pueblos. Una región comprometida, además, con la democracia y los derechos humanos, con el desarrollo sostenible y la justicia social, el Estado de derecho y la estabilidad institucional.
En un escenario en el que el mundo se enfrenta a múltiples retos a la paz y la seguridad internacional, América del Sur puede ejercer un rol clave en el escenario global, al promover el apoyo incondicional a la paz y el rechazo al uso de la fuerza.
En un momento en el que conflictos internacionales provocan una considerable escalada de la violencia y de las crisis humanitarias alrededor del mundo, es más importante que nunca que actuemos con firmeza y solidaridad para tender puentes, fomentar el diálogo y priorizar los canales diplomáticos para la resolución de conflictos. En medio de las hostilidades, es la población civil – especialmente grupos vulnerables, como mujeres, niños y ancianos – que se ve significativamente más afectada.
Por este motivo, el Acuerdo de Brasilia nos deja un legado excepcional sobre los beneficios de la convivencia entre Estados construida de manera solidaria y cooperativa, basada en la resolución pacífica de conflictos.
Este actualísimo legado es, a la vez, la visión exterior del gobierno del Presidente Lula: cuando los Estados eligen la vía del diálogo, se crean las condiciones para el desarrollo, la prosperidad, la inclusión y la tolerancia, permitiendo que las próximas generaciones puedan mirar hacia el futuro con confianza y optimismo.
En particular, como subraya constantemente el Presidente Lula, el acercamiento y la comprensión entre nuestros países son decisivos para la construcción de una América del Sur pacífica, unida y actuante en el mundo. Fueron esos los ejes del “Consenso de Brasília” que resultó de la cumbre de líderes sudamericanos el último mes de mayo en la capital de Brasil, y serán esos los ejes de nuestra política junto a nuestros socios regionales.
Permítanme mencionar que el proceso de paz entre Perú y Ecuador no hubiera sido posible sin el importante rol desempeñado por los países garantes que participaron de las tratativas y negociaciones entre los gobiernos peruano y ecuatoriano.
Nos enorgullece haber podido hacer un aporte diplomático – junto con Argentina, Chile y Estados Unidos – a los intensos y valientes esfuerzos emprendidos por Perú y Ecuador por la paz. Entre 1995 y 1998, a partir del ejercicio del diálogo y la confianza mutua, nuestros países colectivamente se empeñaron en la consolidación del consenso entre ambos lados, en lo que conduciría a un gran momento de la historia sudamericana.
Subrayo, también, el importante papel desempeñado por la Misión de Observación Militar Ecuador-Perú (MOMEP). Durante sus cinco años de funcionamiento, bajo la coordinación de Brasil, la MOMEP logró obtener la consolidación de un alto el fuego, la separación de fuerzas y la desmilitarización de la zona de conflicto.
Tengo el honor y la satisfacción, además, de rendir homenaje al papel decisivo de los dirigentes y diplomáticos brasileños que trabajaron de forma incansable para concretar el Acuerdo de Paz. Primeramente, quiero reconocer el rol del Presidente Fernando Henrique Cardoso, quien se involucró directamente en el proceso, desde Brasília, con un alto sentido de la importancia de la paz para la construcción de la integración sudamericana.
También quiero destacar la figura de uno de mis antecesores en ese período, el Embajador, hoy fallecido, Luiz Felipe Lampreia. Subrayo la contribución estratégica e intelectual de uno de nuestros Subsecretarios de Asuntos Políticos durante el proceso negociador, el fallecido Embajador Ivan Cannabrava (1996-1998), quien siempre ha considerado su participación en esas negociaciones como uno de los más importantes logros de su carrera.
Tengo hoy en mi comitiva el Embajador Francisco Cannabrava, hijo de Ivan Cannabrava, en cuya presencia rindo homenaje a todos esos y a otros diplomáticos que contribuyeron para la consolidación de una paz duradera en nuestra región.
Agradezco una vez más por la oportunidad de participar en esta celebración simbólica de la amistad peruano-ecuatoriana y, más ampliamente, de la fraternidad sudamericana.
Muchas gracias.